Historia de nuestras bodegas
Un espacio majestuoso, solemne y callado en el que el tiempo se detiene para crear una atmósfera única.Bodegas catedralicias, de altos techos, con muros gruesos, grandes ventanas e inmaculados suelos de albero que mantienen una temperatura y humedad estables para favorecer así el especial microclima que los vinos necesitan.Nuestros viñedos reciben alrededor de 3.000 horas de sol cada año, acompañadas de una pluviosidad relativamente alta (600 litros por metro cuadrado de media anual). El paisaje de la zona está constituido mayoritariamente por colinas de tierra caliza de color muy blanco, denominada “albariza”. Su singularidad se debe a que este área estuvo bajo el mar hace miles de años. En menor medida aparecen zonas de barros y arenas en zonas próximas a la costa.
Enclavados en un triángulo privilegiado y único, en el que los viñedos y las bodegas han marcado el paisaje y diseñado las ciudades desde su origen. Colinas de albariza y bodegas catedralicias han llenado de color, aromas y sensaciones cada rincón de nuestra región. La crianza biológica, en la que una capa de levaduras, llamada “flor”, protege al vino de la oxidación y le aporta características organolépticas únicas. Un milagro que tiene su origen en el viñedo del que procede la uva Palomino y en las especiales condiciones de temperatura y humedad que existen en las bodegas.